
La vacunación contra el Covid-19 de los menores de 18 años ha provocado nuevos problemas en las relaciones familiares. En muchos hogares, los padres no se ponen de acuerdo para decidir si vacunan a su hijo o no, lo que está provocando demandas judiciales para que un magistrado dictamine quién debe tomar la decisión. Como en otros conflictos de familia, la mediación es una herramienta eficaz para desatascar este conflicto y adoptar una postura en beneficio de nuestro hijo sin ir a juicio.
El artículo 156 del Código Civil regula el ejercicio de la patria potestad sobre los hijos, es decir, el poder de decisión que los padres tienen sobre determinados aspectos de la vida de sus vástagos.
De forma básica, este precepto dice que los dos padres ejercerán este poder sobre los hijos de forma conjunta o bien lo ejercerá uno sólo con el consentimiento del otro.
Pero, ¿qué pasa cuando no hay acuerdo entre los progenitores? El Código Civil dice que, en este caso, cualquiera de los dos podrá ir al juzgado y el juez, después de oír a los padres y al hijo (si es mayor de 12 años), decidirá quién de los dos podrá ejercer la patria potestad.
La solución del Código Civil está pensada para desacuerdos profundos y que son casi innegociables. Pero las familias deben saber que antes de ir a juicio se puede intentar una mediación para solucionar este conflicto.
A través de la mediación se consigue establecer un diálogo para limar las diferencias y que los padres decidan la mejor opción para su hijo sin presentar demandas, acudir a juicios, etcétera. Si los padres llegan a un acuerdo, éste se refleja por escrito y lo firman los dos, lo que obliga a cumplirlo.
Es muy importante destacar que el mediador no actúa como un juez y no toma una decisión por los padres. Son ellos quienes, con la ayuda del mediador, llegarán a un compromiso. El mediador plantea alternativas, posibilidades, hace que los padres vean más allá del problema que les bloquea.
Las desventajas de ir a un juicio son varias. La primera es que la decisión sobre qué padre lleva razón la toma una tercera persona (el juez) que sólo tendrá en cuenta lo que se pruebe en juicio y los aspectos legales. No le interesan condicionantes sentimentales ni otros problemas de fondo. Mientras que, en la mediación, los padres pueden exponer todo lo que les inquieta y sus intereses se deben tener en cuenta.
Segundo, con la actual saturación de los juzgados, es muy posible que se tarde más de 1 año en solucionar un litigio sobre quién debe tomar la decisión.
Tercero, acudir a juicio suele significar que se han roto todas las vías de comunicación, por lo que se ahonda en los enfrentamientos dentro de la familia.
Hay que tener en cuenta que un hijo es para toda la vida y que los padres están obligados a tratar y negociar múltiples cuestiones sobre su retoño hasta que se vaya de casa. Por eso es necesaria una mínima comunicación que permita avanzar en la toma de decisiones.
La mediación familiar también es muy recomendable en parejas que quieren negociar la custodia compartida de sus hijos sin estar casadas.
En la mediación todos estos inconvenientes desaparecen. La mediación es totalmente voluntaria, es decir, los padres deciden libremente si acuden a ella o no, a diferencia de un juicio, y si llegan a un acuerdo final.
Asimismo, en la mediación, con la ayuda de los mediadores, los padres exponen sus puntos de vista y sus posturas, a partir de las que se puede iniciar una negociación para encontrar un lugar de encuentro común. Si llegan a un compromiso, se refleja en un documento por escrito que tiene toda la fuerza vinculante para los dos y que debe ser cumplido. Y en caso de que no lo sea, uno de los padres puede pedir su cumplimiento en el juzgado mediante un proceso más rápido que el habitual.
Otra ventaja de la mediación es que, al ser un procedimiento donde prima el diálogo, las relaciones familiares se mantienen. Ningún padre podrá achacar al otro que le obligó a ir a juicio o que no quiso hablar y negociar. Con ello se rompe uno de los principales escollos para las relaciones familiares: las acusaciones de querer hacer daño a la otra parte.
Este problema de la vacunación de los menores no sólo se da entre padres separados o divorciados, sino que también es habitual en familias donde no ha habido una crisis matrimonial. En este último caso, es más importante la mediación, porque después de la decisión sobre si vacunar o no al menor, los padres tendrán que seguir conviviendo. Por eso, una solución acordada y negociada amistosamente es más positiva que un juicio, en el que necesariamente uno deberá enfrentarse al otro.
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